Si algo estoy aprendiendo en esta
cuarentena es a
disfrutar de mi hogar y, de alguna manera,
vestirme como cualquier otro día, es un sencillo gesto que
me ayuda a empezar la jornada con muy buen pie y más ahora que el
teletrabajo se ha puesto a la orden del día. Por fin, las compañías han decidido implantarlo en la mayor parte de los casos, con objeto de
reducir todo lo posible la cantidad de
desplazamientos. Sin ir más lejos, mi marido, que trabajaba a jornada partida, hasta hace prácticamente nada, tenía que permanecer en su empresa hasta última hora, con lo que ello implicaba (comer allí, etc). Pues bien, hace un par de semanas, comenzó a ir sólo por las mañanas y a teletrabajar por las tardes desde nuestra casa y ya, desde la semana pasada, está todo el día dándole a la tecla del ordenador en casita. Yo, evidentemente, estoy muuucho más tranquila teniéndolo en el cuarto de al lado sin que tenga que asistir a reuniones, bajar al comedor con más gente, usar el baño común, etc.